Por un nuevo país en el que quepamos todas.- por Ángel de la Cruz

17 de Abril de 2018
Publicado el 14 de abril en EL INDEPENDIENTE DE GRANADA
 
Artículo de Opinión que firma Ángel de la Cruz, responsable de Acción Política de la dirección federal de IU, en el que analiza la situación del país, desde el estallido de la crisis económica, y aporta el modelo sobre el que debe construirse un nuevo modelo de Estado más democrático, más justo y más igualitario. Recomendado.
 
Con el estallido de la crisis económica a partir de 2008 se inició un empobrecimiento sistematizado de las condiciones de vida de la mayoría social. No se trataba de un problema técnico ni de un fenómeno azaroso, sino de un trasvase organizado de dinero, poder y recursos de esa mayoría social a las oligarquías económicas. Para ello, se hizo necesario desde el primer momento que el bipartidismo se convirtiera en la expresión política que garantizara, más allá de otras discrepancias, el cumplimiento de las políticas que cargaran sobre las espaldas de las clases populares las consecuencias de una crisis que no habían provocado. Con la misma firmeza con la que el bipartidismo –primero con el PSOE en el gobierno, después con el PP– se sometía a las directrices de las oligarquías económicas, nosotras nos situamos con las clases populares, defendiendo los derechos sociales y la democracia.

Con la crisis como pretexto, las oligarquías iniciaban su proceso de cambio dirigido desde arriba, hurtándonos nuestra exigua soberanía, esto es, nuestra capacidad para decidir nuestras vidas y nuestro futuro. Después de los recortes de mayo de 2010 vinieron las reformas laborales, la modificación del artículo 135 de la Constitución, la LOMCE, la ley mordaza… Las oligarquías liquidaron el marco constitucional y empezaron a imponernos su nuevo modelo de país: más antidemocrático, más autoritario y más centralista

 
Con la crisis como pretexto, las oligarquías iniciaban su proceso de cambio dirigido desde arriba, hurtándonos nuestra exigua soberanía, esto es, nuestra capacidad para decidir nuestras vidas y nuestro futuro. Después de los recortes de mayo de 2010 vinieron las reformas laborales, la modificación del artículo 135 de la Constitución, la LOMCE, la ley mordaza… Las oligarquías liquidaron el marco constitucional y empezaron a imponernos su nuevo modelo de país: más antidemocrático, más autoritario y más centralista. Nosotras respondimos con huelgas generales, el 15M, las Marchas de la Dignidad y el grito de Hay Alternativa! Aquellas movilizaciones ya eran un bosquejo de ese nuevo país diverso y plural que emergía.
 
Tres años después de la conquista democrática de las ciudades más importantes del país, en plena ofensiva reaccionaria, la pugna de fondo sigue siendo entre dos proyectos políticos bien diferenciados: por un lado, la restauración dirigida por arriba hacia un país más autoritario, centralista y antidemocrático y, por otro, la ruptura democrática en forma de proceso constituyente hacia un nuevo país cuya base sean los derechos económicos, sociales, democráticos y civiles.
 
La crisis catalana ha evidenciado el agotamiento del marco constitucional del 78, especialmente en lo que se refiere al modelo territorial del Estado: el Estado de las Autonomías. Por otra parte, la crisis catalana ha sido aprovechada por la derecha para una ofensiva reaccionaria, que además de los efectos represivos ya conocidos ha permitido el avance de una particular idea de España imposible de afianzar sin un enemigo interno. Una idea patrimonial y excluyente de España.
 
En esta crisis la monarquía ha jugado un papel fundamental a la hora de validar la ofensiva reaccionaria, evidenciando una vez más su incompatibilidad inherente con cualquier avance democrático. Modelo y forma de Estado ligan así su suerte a la evolución reaccionaria del Régimen del 78. Con más razones que nunca podemos afirmar que la salida democrática a la crisis pasa por un proyecto republicano que recoja lo mejor de nuestra historia y, al mismo tiempo, se apoye en una nueva cultura cívica. 
 
En esta encrucijada, asumimos que sería un error quedarnos únicamente en el plano de denuncia o añorar un escenario precrisis que no volverá. Por ello apostamos por un proceso constituyente que devuelva al pueblo su soberanía, esto es su capacidad para decidir su propio destino. Frente el intento de cambio dirigido desde arriba a través de una recomposición de las élites y la exclusión de las clases populares, un proceso constituyente participativo y desde abajo.

Con más razones que nunca podemos afirmar que la salida democrática a la crisis pasa por un proyecto republicano que recoja lo mejor de nuestra historia y, al mismo tiempo, se apoye en una nueva cultura cívica

De la misma manera, asumimos la responsabilidad histórica de construir un nuevo proyecto de país más democrático, más justo y más igualitario: un país en el que quepamos todas. Para ello debemos dar una respuesta a la ineludible «cuestión territorial», pero debemos ir más allá pues necesitamos hilvanar todas las contradicciones y particularidades propias de nuestro país. Cinco son los ejes principales en torno a los cuales construir un nuevo país:
 
1. Un modelo productivo que erradique la precariedad estructural actual.
2. El feminismo como cuestión central en la contradicción capital/vida.
3. La defensa de las libertades y la conquista de la democracia real frente al avance reaccionario.
4. El ecologismo ante la incompatibilidad del capitalismo con la propia pervivencia del planeta.
5. Un modelo de Estado republicano y federal que cuide las particularidades propias de la plurinacionalidad y, al mismo tiempo, apueste por el reequilibrio territorial en términos económicos y sociales del país.
 
Ante la imposición de un modelo de país más antidemocrático, más autoritario y más centralista, las clases populares debemos dotarnos de un proyecto de país nítido. Sólo aunando y elevando las distintas luchas que hoy se están produciendo de manera disgregada podremos parar la ofensiva reaccionaria de la derecha.

Categorías: Movímiento Obrero

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