Un 9 de mayo de 1945

9 de Mayo de 2020

UN 9 DE MAYO DE 1945

“…La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo, crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven…”
 (Eric Hobswam, Historia del siglo XX, 1996)

(Entrada al museo de la Gran Guerra Patria, en Moscú)

    Cuando visitas en Moscú el Museo de la Gran Guerra Patria (así llaman los rusos a la Segunda Guerra Mundial), te sobrecoge una sala inmensa que da entrada al mismo, con 27 millones de lágrimas de cristal que cuelgan del techo, y al final, una madre que se sobrecoge ante su hijo muerto. Una escena sencilla, pero cargada con el gran simbolismo de los más de 27 millones de víctimas soviéticas en la guerra mundial, un museo dedicado a la Memoria. 


    Un 9 de mayo de 1945 terminaba oficialmente la Segunda Guerra Mundial en territorio europeo, con la capitulación el día anterior en el Berlín ocupado, de las autoridades militares nazis, ante las fuerzas soviéticas. Aunque la guerra continuaría en los frentes de Asia hasta el mes de agosto, una parte de Europa despertaba a duras penas de la pesadilla, en la que desde los años 30, se había visto inmersa. Y decimos “una parte”, porque en el inicio de esa postguerra, las dictaduras de Portugal y España, que habían sido aliadas no beligerantes del Reich, serían toleradas en el nuevo marco de la Guerra Fría por su carácter anticomunista.


    Dicen que la Historia la escriben los vencedores, pero no siempre tiene porque ser así, ya que los aparatos publicitarios pueden cambiar de signo victorias y derrotas, como lo hace Hollywood, con casos como Vietnam o la propia Segunda Guerra Mundial. Desde 1941 la URSS hacía frente al aparato de guerra de la Alemania nazi, que contaba con el apoyo de unidades españolas, italianas, rumanas, búlgaras, húngaras, croatas… en ese afán por borrar de la faz de la tierra al Estado Soviético, y de manera muy especial, lo que representaba. Las fuerzas alemanas llegaron a estar apenas a unos pocos kilómetros de Moscú, sitiaron durante 900 días la antigua capital del Imperio Ruso (San Petersburgo, entonces Leningrado) y durante otros 200 días a Stalingrado (hoy Volgogrado, puerta a la zona petrolífera del Cáucaso). Pero, aunque postrada, la URSS no se rindió ante unos invasores decididos, a los que no les tembló el pulso en acabar en los campos de concentración con más de 3’3 millones de prisioneros de guerra soviéticos, de los 5,7 millones que llegaron a estar bajo su poder. 


    La Segunda Guerra mundial inauguró lo que hoy conocemos con el nombre de “guerra total”, en la que todos los recursos existentes se destinaron a una confrontación “a vida o muerte”, no hubo margen para armisticios o acuerdos de paz, se combatió en los frentes, en la retaguardia, en el mar, en el aire… como si una histeria colectiva hubiera embargado a la Humanidad en esa lucha por la supervivencia, frente a lo que suponía el fascismo y el imperialismo en su pura esencia. En el marco europeo, la URSS tuvo que enfrentar prácticamente en solitario la agresión nazi-fascista que arrolló a las democracias europeas, y teniendo en cuenta que los “Aliados” tardarían en abrir los frentes en Italia (julio 1943) y un año más tarde con la invasión de Normandía (junio de 1944). Las victorias soviéticas fueron paulatinamente acabando con la extraordinaria maquinaria de guerra alemana: Stalingrado (febrero 1943), Kursk (agosto 1943), Leningrado (enero 1944), Bucarest (agosto 1944), Varsovia (enero 1945), Viena (Abril 1945), Berlín (2 mayo 1945)… fueron cayendo progresivamente hasta la victoria definitiva, con la ocupación de Berlín. 


       Fue un esfuerzo titánico el que hubo de desarrollarse para acabar con la sombra amenazadora del régimen nazi y sus aliados; por parte de todos, sin duda, pero de manera muy especial por parte de la Unión Soviética. La demonización a la que ha sido sometida la experiencia del “Socialismo real”, sin duda merece un análisis más en profundidad, ha hecho que caigan en el olvido las vidas de miles de jóvenes soviéticos que dejaron sus vidas en los campos de batalla de toda la Europa central y oriental. No podemos ser cómplices del enorme agravio que supone la “amnesia inducida”, en donde todo lo que “huele a rojo”, es inevitablemente satanizado; hay que poner cada cosa en su sitio. 


    En Berlín y Varsovia, se conservan dos grandes cementerios de soldados soviéticos víctimas de la lucha contra el fascismo. No preguntes, tendrás que buscarlos, es raro que salgan en alguna guía o que alguien sepa indicarte. Tuve la oportunidad de encontrarlos y pasear por sus jardines, un silencio sobrecogedor los inunda, entre estatuas heroicas del realismo socialista… en Varsovia, semi-abandonado, algunas fotos te helaban el corazón… ¡eran tan jóvenes!... No podemos olvidarles, porque ignorar su sacrificio es que venza la desmemoria de los mismos que niegan la existencia de los campos de concentración, que ensalzan a dictadores, torturadores y genocidas; es olvidar que una vez, hubo una alternativa al mundo que conocemos, un sueño de jóvenes de todo el mundo, que al calor de la Revolución de Octubre, pensaron que otro mundo era posible,  lucharon por conquistar sus sueños y no dudaron en dar la vida en la batalla contra la barbarie. 


        Por eso, este 9 de mayo, día de la Victoria y no por casualidad día de Europa, reivindico la Memoria, porque solo con memoria viviremos un presente lleno de sentido, para construir un futuro cargado de solidaridad y justicia social. 

Este artículo también lo puedes leer en EL INDEPENDIENTE DE GRANADA


Juan Francisco Arenas de Soria, Secretario Político Provincial PCA Granada
    

(Cementerio Soviético en Varsovia)

Categorías: Memoria Democrática Área Ideológica

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