por Fco. Javier Mingorance Morcillo, miembro del Núcleo del PCA en Almería
Vladimir Illich Ulianov, nacido en 1870, se formó en los ambientes revolucionarios de obreros y se adhirió al marxismo a mediados de la década de 1890 al entrar en contacto con los círculos de San Petersburgo.
Deportado a Siberia en 1897 y exiliado tres años después, fundó en Suiza el períodico Iskra (La Chispa), con el que comenzó a moverse entre las distintas corrientes del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, (nada que ver con los partidos socialdemócratas actuales, más cercanos al neoliberalismo que a los partidos netamente de izquierdas) fundado en 1898. Defensor de un partido de vanguardia disciplinado, formasdo sólo por militantes revolucionarios.
Lenin a partir de 1903 encabezó la facción bolchevique, que consiguió la mayoría en el Congreso de Bruselas y Londres. En el Congreso de la Segunda Internacional de 1907, Lenin propuso, junto a Rosa Luxemburgo, una resolución para transformar una posible guerra imperialista en lucha revolucionaria contra el capitalismo.
Al estallar la Primera Guerra Mundial se empleó a fondo, en Suiza, en organizar las tendencias internacionalistas internas a los partidos socialistas europeos, contribuyendo decididamente a la institución de las conferencias de Zimmerwald en 1915 y Kienthal en 1916.
Cuando comenzó la revolución de febrero, Lenin regresó a Rusia en abril de 1917, consigue convencer al partido, con las Cartas desde lejos y después con las Tesis de abril, la estrategia revolucionaria que conduciría a la victoria en Octubre.
El papel de Lenin en la Revolución Rusa no fue sólo el de un líder capacitado, un dirigente acreditado y un jefe dotado de carisma y un gran poder de acción. Gracias a sus dotes de tenacidad, capacidad organizativa y habilidad para gobernar a los pocos pero litigiosos dirigentes bolcheviques, Lenin consiguió imponerse en los momentos cruciales aun estando a menudo en minoría. Las decisiones de poner la Revolución Socialista a la orden del día, de llevar a cabo una insurrección conducida sólo por el Partido Bolchevique, de mantener el poder bajo el control exclusivo de éste, y de aceptar un tratado de paz himillante y desventajoso, pero, totalmente necesario, fueron aceptadas por el partido, tras haber agotado siempre de un favor minoritario.
Sin Lenin, el Partido Bolchevique habría apoyado la revolución, pero dificilmente se habría triunfado aduñándose de ella, sometiéndola al poder de los bolcheviques.
Si en El Estado y la revolución, obra escrita en 1927, en vísperas de la últimas bocanadas de aire del régimen zarista, Lenin, teorizó a cerca de la toma del poder, quince años antes había hecho lo propio acerca del modelo de partido revolucionario en ¿Qué hacer?, a mi modo de ver, el objetivo que perseguía Lenin cuando se propuso la redacción de esta obra era la de tratar tres problemas fundamentales, a saber: el relativo al carácter y el contenido principal de su agitación política; lo tocante a sus tareas de organización, y, el referente al plan de crear, simultáneamente y por distintos lugares, una organización combativa en Rusia, así que Lenin redactó un programa que serviría de guía a los miles de obreros bolcheviques protagonistas de la futura Revolución Rusa y constituiría la vanguardia del proletariado, en realidad un auténtico libro de combate cuya aportación teórica haría temblar al mundo entero y sobre todo a los cimientos del Imperio zarista.